
Caminaba el hombre por la ciudad, vacia de vida para el. Sus oidos ensordecidos con su mente centrada en esa mancha anaranjada que noche tras noche se asomaba en sus suenos.
A grandes pasos avanzaba sigiloso por los techos de los edificios, sintiendo la brisa en su rostro, creyendo que al estar mas cerca del cielo podria obtener un poco de esperanza de la celestial boveda.
Al avenzar por las avenidas sus pies sin movimiento flotaban por sobre la acera y la oscuridad sombria le seguia a sus espaldas como una tela de satin que barria las calles.
En un rincon de la noche dentro de un callejon humedo con objetos cilindricos e inertes encontro el ser placidamente acomodado. La doncella parecia dormida con su rostro fino y palido que ofrecia una angelical sonrisa, sus manos perfectamente posicionadas sobre su abdomen y el delicado vestido blanco que caia cubriendo sus tobillos.
El hombre la contemplaba largamente bajo la luz de la luna que palidecia aun mas su rostro; al levantarla en sus brazos una de sus delgadas manos cayo a la gravedad del suelo dejando caer el camafeo que esta sostenia y descubriendo en el pecho la mancha anaranjada que un amor perdido le dejo sin poder tocar su corazon